SOBRE EL PP Y EL PSOE.
En los últimos años el Partido Popular ha acusado al Gobierno de romper España, de violar los consensos básicos de convivencia, de traicionar los símbolos…El PP ha organizado concentraciones “en defensa de la Constitución”, ha proferido discursos supuestamente patrióticos (no ha más que ver a Rajoy en la madrileña plaza de Colón con la bandera al viento) y, en estos últimos días, ha intentado que la ciudadanía identifique los símbolos del Estado con su ideología conservadora.
El líder del PP, imitando a los mensajes institucionales del Jefe del Estado, Juan Carlos I, ha pedido a los ciudadanos que hagan muestra pública de su “orgullo” de ser españoles. La derecha hace un llamamiento a que se organicen actos de homenaje a la bandera por toda España con motivo de la Fiesta Nacional e incluye en su programa electoral promesas acerca del himno y sugerencias en torno a la letra que éste deba tener. Eso es lo que hace el Partido Popular para "defender" a España.
Cuando un grupo de personas vive en común durante siglos, compartiendo temores y esperanzas, a través de avatares, contratiempos, victorias y fracasos, puede oficializar esa vida en común mediante un pacto. Ese pacto de convivencia se llama Constitución. El pacto que los españoles firmaron en 1978 define unos símbolos para el Estado. Esos símbolos (la bandera, el escudo, el himno) son de todos: por definición carecen de connotaciones ideológicas.
Cuando un partido político se arroga la defensa de esos símbolos está violentando el pacto de convivencia. El pacto que dice que esos símbolos no tienen color ideológico. Ideologizar esos símbolos es debilitar a España. Y eso es precisamente lo que hace el PP.
Es preciso añadir aquí que un sector de los ciudadanos que no comparten la ideología del PP le hacen el juego y dejan que la derecha patrimonialice los símbolos. Un sector de la izquierda identifica la bandera rojigualda (por connotaciones históricas) con la derecha. Eso es precisamente lo que el PP quiere que pase. Hoy por hoy, las banderas republicanas debilitan a España, por mucho que el que esto escriba sea formalmente republicano. Hay que asumir que en España, en las décadas (siglos, quizá) venideras sólo habrá dos alternativas: o monarquía parlamentaria o dictadura. La elección es fácil.
Pero el PP debilita a España de varias maneras más graves y que, quizá, estén pasando desapercibidas. Al llenarse la boca de supuesta españolidad, el Partido Popular deja fuera a los ciudadanos inmigrantes, una parte esencial de la sociedad española actual, cuya fuerza de trabajo, cultura y sensibilidad también constituyen España. No contar con los inmigrantes debilita a España.
El PP, además, es el partido que ha bloqueado los trabajos del Tribunal Constitucional: pilar del funcionamiento del Estado de Derecho. Eso sí debilita a España.
El PP, también, mantiene bloqueada la reforma del Consejo General del Poder Judicial: un órgano esencial para el normal ejercicio de uno de los tres poderes del Estado. Eso también debilita a España.
El PP, en fin, culpa del último atentado terrorista a un Gobierno democráticamente elegido por una decena de millones de ciudadanos. Eso debilita a España, porque ahonda la brecha, cada vez mayor, que separa a los demócratas y los debilita en la lucha contra el terrorismo.
Espero que el Gobierno y el partido que le respalda sigan manteniendo la cabeza fría y el sentido de Estado que han mostrado hasta ahora. Cualquier deriva hacia el extremismo sería hacerle el juego a la derecha.
Salud… y convivencia.
UNA DE LAS CONTESTACIONES.
Ante todo Ernesto mi más sincero respeto por el rigor y la calidad de tus aportaciones a este foro.
Desde una convicción ideológica de izquierdas, o progresista, o como lo quieras llamar, que me acompaña desde que tengo uso de razón política, más de treinta años, permíteme que discrepe de tus planteamientos.
Ya no me sirven, o no como antes, las categorías políticas que se mueven en el discurso izquierda-derecha. El discurso político que alumbró la revolución francesa no va a iluminar este nuevo siglo que El Roto calificaba con la brillantez que le caracteriza como el nuevo siglo de las luces pero apagadas.
Ya no me consuelan ideológicamente los excesos de una determinada derecha que impide en España el crecimiento y consolidación de una derecha moderna y europea. Pero con sus excesos y derivas fundamentalistas el partido popular también representa a casi diez millones de españolas y españoles, también moderados, liberales, modernos, injustamente lastrados por gestos reaccionarios de la actual dirección del pp que en el fondo se ha revelado como la mejor aliada de una izquierda cómoda, acomodada y acomodaticia en sus viejos estereotipos.
Son muchas las voces cualificadas que desde la izquierda piden una renovación acorde con los nuevos tiempos, y esa renovación exige discursos y categorías de pensamiento libres de la empobrecedora necesidad de contraposición permanente con una derecha que encarne la negación absoluta de los propios valores.
Si Ernesto, hay una derecha moderna y progresista y una izquierda reaccionaria y dogmática.
Hay oportunismo en el movimiento del PP de apropiarse de los símbolos de todos, está claro, pero más claro aún está la grosera genuflexión de una determinada izquierda ante los símbolos de un nacionalismo que no es mejor por venir de Cataluña o Euskadi, un nacionalismo tan reaccionario como los demás, pero esquizofrénicamente respetable mientras los símbolos de la nación que es expresión del consenso más amplio de nuestra agitada historia son objeto de vergonzante ocultación.
En los valores de la izquierda que yo he aprendido nacionalismo es incompatible con progreso en las ideas y en la igualdad. Ni Zapatero ni nadie me van a convencer de que ERC es un partido progresista, es un partido de la caverna que roza la xenofobia.
Y lo políticamente incorrecto es patrimonio de la izquierda, así que basta ya de sermones desde púlpitos laicos o de dogmas que convierten en caricaturas que distorsionan las que en otro tiempo fueron ideas de cambio y reforma.
Basta ya de invocaciones a la unidad de pensamiento y de permanente demonización de la discrepancia con la excusa de cerrar el paso a la derecha.
Ernesto, yo no voto al partido popular, y me siento abochornado porque los que se llaman socialistas catalanes gobiernen con los que se llaman izquierda nacionalista catalana, cuyos cachorros ideológicos abuchearon en Barcelona a Elvira Lindo y a Antonio Muñoz Molina, paradigma para mi de la verdadera izquierda, la que ahora, como en el siglo XIX, tiene el coraje de enfrentarse al fascismo y al totalitarismo, vengan de donde vengan, a la intolerancia y al sectarismo ideológico que sojuzga el que para mi debería ser el verdadero patrimonio común de la izquierda y la derecha, la libertad.
Seguramente el partido popular hace menos por la unidad y consolidación del proyecto común de lo que pregona, pero aquí de lo que se trata es de que catalanes y vascos, de forma pronto mayoritaria gracias a un proceso acelerado de aceleración e inmersión nacionalista, han decidido que no quieren compartir ese proyecto común.
La izquierda confunde con facilidad la realidad real con la realidad utópica y eso ya nos ha llevado al borde del abismo en más de una ocasión. He creído durante muchos años en que la España plural sería posible y viable una vez hubieran sido respetados los derechos de identidad de las llamadas nacionalidades históricas, ahora no lo creo.
Continuar con esos gestos que calificas en Zapatero de bonhomía es ahora un camino de claudicación y cesión con ese mal final que Gil de Biedma consideraba característico de nuestra historia en común.
Imaz se atrevió a decir lo que Zapatero ha ocultado con un proceso de paz iniciado sin la condición previa de cese total e irreversible de la violencia, Imaz dijo que las justas reivindicaciones identitarias del pueblo vasco tenían que esperar al cese definitivo de la violencia, y eso le ha costado la cabeza a manos del fascismo vasco.
Las agresiones a lo que nos une, Monarquía constitucional incluida, no van a cesar hasta que sus promotores consigan una equivalente reacción de agresión que justifique un final que no es más que la crónica de una muerte anunciada que los sacerdotes del nacionalismo nos van a servir gradualmente.
Pensar que el pp, Rajoy, Acebes incluso son el problema es un consuelo que yo ya no me puedo permitir. Y la verdad es que me lo ponen fácil, pero no me sirve.
1 comentario:
No sé qué es más difícil:
Leer todo esto sin dormirse.
O ser capaz de utilizar tanta letra para no decir ni una sola cosa hilvanada con sentido.
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