martes, septiembre 26, 2006

Da gusto respirar el aire fresco de lo políticamente incorrecto.

Carta al Director publicada en la edición de 220906 de El Dia.

El gran botellón


“La educación de los jóvenes es una empresa de toda la tribu”. (Viejo aforismo africano).

Todos los años del 18 al 21 de septiembre, profesionales de esta ciudad, comprometidos con la salud, la educación, la cultura, etc., tenemos que soportar la hipocresía de la institucionalización del “Gran Botellón”, en gran parte del Casco Histórico.

A pesar de que la legislación nacional, y la de la Junta de Comunidades son muy severas con la promoción, distribución y consumo de alcohol (y otras droga) por menores en lugares públicos. Los políticos de esta ciudad, tonel Sr. Chamón a la cabeza, y amparado por el Sr. Cenzano –sin ningún resquicio de crítica por cualquier otro partido opositor- se inhiben ante cualquier responsabilidad en estas fiestas, que dificulte el acceso de los menores al alcohol, incluso premian con dinero público a peñas que esencialmente se limitan a hacer gala del consumo del mismo.

No camuflemos la realidad con los antecedentes de una fiesta, que actualmente conserva muy poco del espíritu que subyacía en la celebración de San Mateo, y que se ha transformado en una Gran Botellón, amparado por toda la sociedad conquense.

Por ello, padres, educadores, sanitarios, jueces, académicos, etc., debemos exigir a los representantes municipales que dejen de mirar hacia otro lado, y asuman las responsabilidades democráticas que sus cargos exigen, entre otras, la apuesta por la salud y por un consumo responsable, así como la obligación de reforzar el trabajo con los jóvenes que otros profesionales efectúan sobre el tema.

Por otra parte, el impacto ambiental que sufre esta parte del Casto Histórico –Patrimonio de la Humanidad en cualquier momento, y no sólo bandera política interesada en determinadas situaciones-: vomiteras, meadas, pintadas, derrames de zurras, basuras, etc., en edificios históricos (Catedral, Iglesias, Conventos y otros edificios singulares-, convierten este recinto en una pegajoso y lamentable estercolero.

Un espacio tan limitado, que se ve obligado a acoger estos cuatro días a una población excesiva, debería hacer pensar a políticos valientes, éticos, no populistas, responsables y comprometidos con la ciudad y el bien público, en ir desplazando esta fiesta a un espacio donde el impacto ambiental no suponga un atentado contra el “Patrimonio Histórico Artístico” (y no dudo de las dificultades de la empresa).

MARIANO HERRAIZ GASCUEÑA.

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